El Cristo de la Calavera...


Duelo por Inés en la calle del Cristo de la Calavera...
Esperando al público, los actores preparan los atrezzos, repasando el texto de la escena del duelo de dos jóvenes por una mujer cuando, de repente, dos jovencitos pasan de frente, echándose la culpa uno al otro por dejar perder la oportunidad de estar con una chica; una sonrisa nos invade a todos al pensar que es la misma escena que íbamos a interpretar en aquel instante. 

La leyenda... 

El rey Alfonso VIII preparaba una gran expedición guerrera contra los árabes y, antes de partir, organizó una gran fiesta en el Alcázar en honor de sus tropas.  

Noche de damas y caballeros envueltos en la elegancia y, cómo no, los juegos amorosos, las miradas y los gestos entre los dos sexos.  

Todos los caballeros habían sido impresionados por la presencia de una bella dama llamada Inés; entre ellos se hallaban dos jóvenes, Alonso y Lope de Sandoval, que con el paso de las horas se enfrentaban basándose en frases y burlas para ganar la mirada de aquella mujer.  

Cuando los piques llegaron a ser agresivos, la dama se levantó para evitar un incidente más grave entre esos dos jóvenes, pero en ese momento se le cayó un guante que llevaba y, naturalmente, los dos caballeros se lanzaron al suelo para coger la prenda y devolverla a su dueña.  

Afortunadamente, la escena fue cortada por la llegada del rey que tomó el guante y lo devolvió a la dama.  

Finalizada la fiesta, los invitados se fueron a sus aposentos; pero fuera del Alcázar, en la Calle de La Calavera, donde la oscuridad era la dueña de Toledo, aparecieron dos sombras confusas sujetando sus espadas, avanzando para quedarse cara a cara.  

Eran los dos invitados, Alonso y Lope, que habían decidido resolver sus diferencias con las armas y que no habían encontrado mejor sitio tranquilo que éste para hacerlo, justamente bajo la imagen de un Cristo que había junto con una calavera y una lamparilla de aceite que alumbraba el lugar.  

Tras saludar al Cristo, sacaron sus espadas para comenzar el duelo y, cuando se chocaron sus aceros por primera vez, la lamparilla se apagó y la calle se quedó sumida en la oscuridad; al separarse ambos dudando qué hacer, el farolillo volvió a brillar; los dos caballeros se sorprendieron un poco, pero siguieron su lucha y otra vez, al chocar sus espadas, se apagó la lamparilla y, al separarse, se encendió; esta vez intercambiaron alguna explicación y reanudaron la pelea.  

Pero a la tercera, escucharon un gemido profundo, fue cuando comprendieron que aquel Cristo impedía el enfrentamiento, se miraron un momento y un impulso espontáneo les llevo a abrazarse y acordar que la que tiene que decidir es la propia Inés.  

Cuentan que los dos caballeros, aquella noche, tras suspender el duelo, pasaron cerca de la fachada de la casa de Inés y con profunda sorpresa vieron como se abría el balcón y como un hombre salía de él y comenzaba a bajar hasta el suelo con la ayuda de una cuerda, mientras la propia Inés se despedía amorosamente del galán.

Nouaman Aouraghe - "HUELLAS, Viaje por el Toledo de las leyendas"
2º edición – Toledo 2004 – Ediciones Nedjma - Derechos Creative Commons (CC-BY) - Citando al autor.

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La judía del Pozo Amargo...


Devoción en La plaza del Pozo Amargo...
Cuando me llevaron mis pasos aquel día lluvioso de octubre de 2000 a esta plaza, no sabía que iba a dejar Madrid para vivir en Toledo, y que me iba a quedar desde entonces esclavo del encanto de esta ciudad, y que se iban a convertir estas leyendas en mi inspiración y oficio...  

La leyenda...

¿Qué había pasado en esta plaza para merecer ese nombre tan fúnebre?. ¿Qué secreto guarda este pozo?. ¿Qué hay detrás de Raquel, ese personaje que recorre los labios de los toledanos cada vez que se nombra esta plaza? 

El judío y fanático Leví, vivía con su única hija Raquel en una casa situada en la plaza.

Atareada un día en su jardín arrancando hierbas que crecían entre sus rosales, la niña oyó que llamaban a su puerta; sin esperar respuesta, se abrió la puerta y apareció en ella un joven preguntando:

- ¿Vive aquí el Sr. Álvarez?. 
- No señor, tres puertas más abajo, ésta es la casa del judío Leví...- respondió Raquel con los ojos inclinados al suelo... 

Así se conocieron Raquel y Álvaro, y así empezó esta hermosa historia de amor con un triste final. 

Un día como cualquiera, todo es silencio, sólo lo que reflejan el brillo de la luna y las estrellas. De repente, una sombra surge en medio de las calles oscuras, avanzando con prudencia hacia la placita; se acerca al muro de una casa, alza sus manos hacia arriba y en un breve instante salta hacia el jardín y avanza hacia un pozo que había, para sumergirse en la pasión del amor con una joven muchacha que le esperaba ahí. 

Eran Álvaro y Raquel, que tras varias cartas que intercambiaron a escondidas por la noche, habían llegado ya a fijar una cita diaria cerca del brocal del pozo de la hebrea. 

Raquel amaba al joven como él a ella, y tan solo la luna fue testigo de esta pura pasión hasta el día que fueron descubiertos por un amigo de Leví que reveló el secreto al padre judío.. 

Leví veía antes sus ojos robar que a su valiosa joya, a su linda Raquel, y ¿por quién?: por un joven cristiano a quien su pueblo judío echa la culpa de todas sus desgracias. 

El viejo Leví preparó entonces un plan para evitar estos encuentros. Fingió un día permanecer ausente. Mientras, las citas amorosas continuaron entre los dos jóvenes en el brocal del pozo sin imaginar lo que el destino les aguardaba. 

- Cada día te noto mas preocupada, Raquel, por mí... ¿hasta cuándo tendremos que vernos así, como dos murciélagos...? - dijo en un momento Álvaro 

- Por miedo que nos descubra mi padre, te lo he dicho, Álvaro, desde el primer día, que si verdaderamente me amas no vuelvas a intentar verme aquí, mi padre jamás consentiría en nuestro amor, odia a los cristianos - le respondió la niña, mientras los reflejos de la luna toledana iluminaba las caras de los dos amantes. 

- Pero, ¿qué tenemos nosotros que ver con este odio Raquel?, es tan sencillo juntarnos como marido y mujer, ninguna religión lo prohíbe. 

Le dijo Álvaro, furioso de no encontrar una explicación a lo que sucedía 

- Será para mí como un bello amanecer el día que llegue a convencer a mi padre... - añadió Raquel. 

Pero en este momento le corto Álvaro exclamando con miedo... 

- ¡ Raquel, veo un puñal...! 

La luna se convierte, como en “Bodas de Sangre” de Federico García Lorca, en un puñal, testigo de la muerte que se acerca... 

Entre las sombras apareció una mano armada de un agudo puñal y lleno de odio y rencor descargó un terrible golpe partiendo el corazón de Álvaro, que tan sólo exclamó con una voz débil el nombre de Raquel. 

- ¡Querías reírte de mi perla, pero ... no podrás lograrlo, infiel ! 

Exclamaba el viejo Leví, retirándose del lugar hacia sus habitaciones y de este pozo que había sido testigo de estos puros amores. Lo fue también del llanto triste de la pobre Raquel 

Cuentan que fueron tantas y tantas lágrimas que derramo la infeliz Raquel en este sitio por el alma de su amado que aquellas dulces y transparentes aguas se habían convertido lentamente amargas. 

Cuentan también que la joven, tras ver un día en las aguas del pozo el rostro de su amor, se lanzó poniendo fin a su vida.

Nouaman Aouraghe - "HUELLAS, Viaje por el Toledo de las leyendas"
2º edición – Toledo 2004 – Ediciones Nedjma - Derechos Creative Commons (CC-BY) - Citando al autor.



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